Igual
que una escama de reptil, de la que es homóloga, la pluma crece a partir de una
elevación epidérmica superpuesta a una papila dérmica que la nutre. Sin embargo
en vez de aplanarse como la escama, la pluma se enrolla como un cilindro o
esbozo de pluma que se hunde en un folículo plumoso a partir del cual crecerá.
Durante
el crecimiento se añaden pigmentos (lipocromos y melanina) a las células epidérmicas.
Conforme
la pluma se hace más grande, y al final de su crecimiento, las barbas y el
raquis que eran blandos, se endurecen por el depósito de queratina. La funda protectora
se rasga, lo que permite que salga el extremo de la pluma y se desplieguen las
barbas.
Mientras
que Archaeopteryx tenía huesos macizos como los de los reptiles, los de las
aves actuales son increíblemente ligeros, delicados y ocupados por cavidades neumáticas,
sin embargo estos huesos neumáticos son fuertes.
En
Archaeopteryx, ambas mandíbulas tenían dientes en alvéolos, un carácter arcosaurio.
Las aves actuales carecen de dientes, y poseen un pico córneo alrededor de los
huesos de las mandíbulas.
Como
Archaeoptheryx carecía de esternón no había un anclaje para los músculos de
vuelo. Esta es la razón por la que Archaeoptheryx no podía realizar batidos
alares como las aves, sin embargo, sí que tenía una fúrcula a la que se habían unido
suficientes músculos pectorales como para llevar a cabo vuelos débiles.
Las patas de las aves han sufrido
modificaciones menos pronunciadas que las alas, ya que están todavía diseñadas
para la marcha, aunque muchas sirven también para posarse y, ocasionalmente
algunas para nadar, como ocurría con sus antecesores arcosaurios.
Finalmente,
las aves han perdido la larga cola reptililana, que aún era evidente en Archaeopteryx,
y la han sustituido por un grupo análogo de músculos sobre los que se insertan
los músculos de la cola.
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