En
general, la combinación del aspecto externo y la microestructura de los huevos
de cáscara calcificada de distintos grupos de reptiles, tanto vivientes como
extinguidos, es específica para cada uno de éstos, y dicha combinación permite
diferenciar unos huevos de otros Hasta hace poco, las características típicas
de los huevos de los terópodos no avianos eran desconocidas, ya que no se
habían encontrado huevos fósiles que pudieran asignarse con exactitud a estos
dinosaurios; en ninguna instancia se había encontrado un huevo conteniendo
restos embrionarios que pudieran ser identificados como aquellos de algún
linaje de terópodos no-avianos. El descubrimiento de un embrión de oviraptórido
dentro de su propio huevo en rocas del Cretácico tardío del desierto de Gobi
produjo la primera evidencia de la morfología de los huevos de estos
dinosaurios. Luego de ése, fueron descubiertos otros embriones de maniraptores
no-avianos. Estos incluyeron tanto a otras especies de oviraptóridos como
también a troodóntidos.
Estudios comparativos de la forma general y la
microestructura de la cáscara de estos huevos y los de las aves modernas han
revelado una serie de rasgos comunes y exclusivos de estos animales. Una de
estas sinapomorfías es la presencia de más de una capa diferenciada en la
microestructura de la cáscara de huevo. Típicamente, la cáscara de huevo de
terópodos no-avianos y aves se caracteriza por poseer unidades cuya porción
interna está formada por una estructura cristalina de calcita que se dispone
radialmente a partir de un núcleo, a veces llamado el núcleo orgánico. Dichas
unidades también poseen una zona más externa que, en cortes delgados, tiene un
aspecto laminar. Hasta la fecha, las cáscaras de huevo de maniraptores
no-avianos conocidas poseen solo dos capas estructurales, mientras que los
huevos de aves presentan tres o cuatro capas. No obstante, ningún otro reptil
cuyos huevos tienen cáscaras calcificadas posee una zonación semejante.
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